El verdadero hecho diferencial español no es climatológico ni gastronómico, es político. Y reside en la izquierda, más concretamente en los presuntos titulares de ese espacio político en nuestro país. Así, la izquierda orgánica y oficial por estos lares es una izquierda que ha hecho de la connivencia con el nacionalismo su propia seña de identidad. Ya lo apuntó con claridad Antonio Muñoz Molina: «en España, primero se hizo compatible ser de izquierdas y nacionalista, después se hizo obligatorio». Si la obligatoriedad de ambas condiciones políticas es intolerable, la gravedad del asunto recae en su pretendida compatibilidad. Precisamente porque no existe tal compatibilidad. No hay posibilidad alguna de entendimiento ideológico entre la izquierda y el nacionalismo, a pesar del esfuerzo de demasiados por vendernos como factible tamaña cuadratura del círculo. El nacionalismo identitario siempre es reaccionario, siempre se ubica en las antípodas de cualquier pulsión progresista. La izquierda que se reconozca nacionalista simplemente no es izquierda. O, lo que es aún peor, es izquierda reaccionaria.