Un voto crítico y vigilante para Ciudadanos

 

En demasiadas ocasiones, especialmente tras su fulgurante expansión nacional, Ciudadanos demuestra una amnesia preocupante y calculada respecto a sus hermosos orígenes. Orígenes no tan remotos en los que la beligerancia a favor de una alternativa ilustrada y moderna al nacionalismo no se ocultaba sibilinamente por un puñado de votos. Unos orígenes en los que la lucha contra la inmersión lingüística era bandera, y a nadie se le pasaba por la cabeza acomodar a los nacionalistas dizque moderados con el Corredor Mediterráneo o una mejora de financiación para Cataluña (eufemismo de baratillo para sugerir con la boca pequeña un pacto fiscal). Unos inicios en los que el partido asumió, congruentemente, la responsabilidad de ocupar el vacío (¡el boquete!) creado por la conversión del PSC en un partido nacionalista más, sendos Tripartitos mediante. La clamorosa ausencia de una izquierda desacomplejadamente no nacionalista en Cataluña propulsó a Ciudadanos en el cinturón rojo de Barcelona. Eran otros tiempos. Tiempos, en fin, en los que el partido no expulsaba de su ideario la palabra socialdemócrata renunciando expresa e irrevocablemente a representar esa izquierda no nacionalista que ayer como hoy sigue siendo aún más necesaria «que el aire que exigimos trece veces por minuto» , tal y como escribiera el poeta.

Y, sin embargo… el cinturón rojo de Barcelona volverá a votar a Ciudadanos. Y las clases populares de Cataluña, las que no quieren seguir pagando el oneroso peaje de que enajenen sus derechos unas élites corruptas y fanatizadas, incardinadas en un insoportable Matrix supremacista. Tal vez, una mayoría de ciudadanos opte por Ciudadanos. En unas horas sabremos cuántos, con qué intensidad. Muchos no lo harán entusiasmados, precisamente por el arrinconamiento de su facción socialdemócrata, mayoritaria en Cataluña. Ni por la modulación del discurso anti-nacionalista durante demasiados períodos de la legislatura. Pero votarán convencidos, aun sabiéndose de izquierdas. Convencidos de que Ciudadanos es, con diferencia, la mejor opción constitucionalista de las que tienen opciones reales de alcanzar representación parlamentaria en Cataluña.  Convencidos, incluso, de que, digan lo que digan los idearios tergiversados con escuadra y cartabón electoralista, Ciudadanos es, en Cataluña, una partido con una base sociológica netamente de izquierdas y ejemplarmente combativa, sin paliativos ni imposturas, contra el sarampión identitario, asfixiante y tribal del nacionalismo.

Para nuestra desolación, no hay hoy en las mesas electorales de Cataluña papeleta alguna que represente a la izquierda no nacionalista, unitaria y capaz, en estas elecciones (a excepción de la valerosa, y por desgracia testimonial, alternativa de Recortes Cero). Será la última vez, lo prometemos. La última vez en que no pueda conjugarse, sin pinzas ni votos útiles de emergencia, un discurso socialdemócrata, radicalmente regeneracionista, que no regale un ápice de sumisión intelectual al nacionalismo – tampoco en materia lingüística – , y que sea capaz de deslegitimar desde la izquierda a una ideología reaccionaria que está en las antípodas más regresivas de cualquier pulsión transformadora.

Hasta que ese escenario llegue – y hemos de terminar de construirlo más pronto que tarde – hay que enviar al basurero de la Historia al prusés y todo lo que ello comporta: el desprecio por la ley, garantía de civilización, y la indigna quimera de levantar una nueva frontera entre conciudadanos. Contra esa nauseabunda pretensión y a favor de nuestra ciudadanía compartida, sin fracturas ni vasallajes, sirva este voto crítico y vigilante para Ciudadanos.